“Considero que aumentarán las ventas aquí, haciendo ferias, enviando nuestros trabajos al exterior, porque hay gente a la que le gustan bastante las artesanías en barro hechas a mano”.

José Ramón Mezones Lucas, nació en la capital manabita, Portoviejo, pero ha vivido siempre en la parroquia La Pila del cantón Montecristi.

Sus padres, oriundos de La Pila, se dedicaron a la agricultura y a la alfarería. A pesar de ser diez hermanos, solo dos se dedicaron al oficio.

Vive con su esposa, que también trabaja el barro, y una de sus 3 hijas, quien sabe poco del oficio, pero le ayuda en labores de pulido.

Al igual que otros alfareros, vende su producción en playas de ciudades costeras como Manta, San Jacinto y Bahía, hasta donde se moviliza los fines de semana, pero también tiene clientes en Quito y Guayaquil, dos de las ciudades ecuatorianas más importantes.

Recuerda: “Desde que yo conozco, ya elaboraban así, pero poco. Yo más o menos cuando estaba en la escuela, ya mi mamá, mi papá, hacían esas figuritas. De ahí yo comencé a necear así, pero ya más o menos desde los 15 años comencé a trabajar así”.

Los modelos para realizar réplicas de piezas arqueológicas los toma de catálogos que le entregó, hace mucho, el Banco Central, cuando, junto a sus colegas alfareros, fue invitado a ferias que organizaban.

Además, también trabaja en tagua, pues tiene clientes, que le piden figuras en ese material y en barro, que llevan a Ambato, a Quito, y a Baños.

Considera que un mercado artesanal en el sector, ayudaría mucho a la difusión y comercialización, ya que por diversas problemáticas, cayeron las ventas y, dejando de ser un oficio rentable para los artesanos, como en años anteriores, optaron por dedicarse a trabajar en fábricas.

Piensa que una de las razones por la que decayó la comercialización de las réplicas de las piezas arqueológicas, fue el temor de los extranjeros de que, al intentar trasladarlas a sus países de origen, se las quitaran al confundirlas con originales.

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