“Le digo que, siempre había los veteranos, contaban que se iban a vender a Quito. Ya venían, nos contaban”.

Consuelo Mezones Santana, nació en la parroquia La Pila del cantón Montecristi, el 24 de septiembre de 1965.

Comenzó a trabajar a los 15 años en la alfarería, oficio que compartió con su esposo de quien enviudó, y que aprendió de sus padres, en especial de su madre, quien hacía objetos utilitarios como cuencos y hornos.

Trabaja en su taller con 2 hijas, quienes, al igual que su hermana fallecida ya, también siguieron esa tradición, pues gustaron siempre de trabajar con el barro.

A pesar de la nueva tendencia de los artesanos del sector de trabajar con moldes y barbotina, defiende el modelado a mano en “puro barro”, apostando por la aplicación de técnicas artesanales tradicionales.

Vende sus creaciones en Puerto López, a una tienda de artesanías, desde donde le hacen pedidos de 100 a 200 unidades, que van desde objetos utilitarios a réplicas de piezas arqueológicas. Éstos se los realizan cada 6 meses aproximadamente. También comercializa su producción en el Centro Cívico Ciudad Alfaro.

 

En memoria de Consuelo Mezones Santana (1965-2024)

Consuelo Mezones Santana, nacida en la pintoresca parroquia La Pila del cantón Montecristi, dejó una huella imborrable en el mundo de la alfarería. Su vida fue un testimonio de dedicación, creatividad y amor por el arte ancestral.

Desde temprana edad, Consuelo se sumergió en el oficio de la alfarería. A los 15 años, sus manos hábiles comenzaron a moldear el barro con destreza, siguiendo los pasos de sus padres. Su madre, en particular, le transmitió la sabiduría de crear objetos utilitarios como cuencos y hornos. Consuelo no solo aprendió las técnicas, sino también el espíritu de conexión con la tierra y la tradición.

El taller de Consuelo era un lugar mágico. Allí, entre las paredes de adobe y el aroma a arcilla húmeda, trabajaba codo a codo con sus dos hijas. La alfarería era más que un oficio; era un legado familiar que fluía de generación en generación. Su hermana, también fallecida, compartió su pasión, y juntas crearon piezas únicas que contaban historias de la tierra y el mar.

A pesar de las tendencias modernas que favorecían los moldes y la barbotina, Consuelo se mantuvo firme en su enfoque: el modelado a mano en «puro barro». Cada pieza que salía de su taller llevaba la impronta de su corazón y su conexión con la naturaleza. Sus vasijas, platos y figuras eran más que objetos; eran expresiones de su alma.

La comunidad de Puerto López fue testigo de su talento. En una pequeña tienda de artesanías, sus creaciones encontraron un hogar. Los pedidos llegaban regularmente: 100, 200 unidades a la vez. Desde objetos utilitarios hasta réplicas de piezas arqueológicas, Consuelo tejía un puente entre el pasado y el presente. Y no se detenía allí; su producción también se exhibía con orgullo en el Centro Cívico Ciudad Alfaro.

Hoy, mientras el sol se pone sobre las olas del Pacífico, recordamos a Consuelo Mezones Santana. Su legado perdurará en cada cuenco, en cada huella de dedos en el barro. Que su espíritu siga inspirando a quienes aman la artesanía y la belleza de lo hecho a mano. Descansa en paz, querida Consuelo. Tu obra vive en cada rincón de nuestra tierra.

 

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