“Si volviera a nacer, volvería a ser artesano, por seguir los pasos de mi madre y no dejar perder la tradición”.
Ángel Demetrio Gómez Lucas, nació en la parroquia La Pila del cantón Montecristi, el 11 de agosto de 1973.
Hijo de Eutimio y Zoraida, también de La Pila. Su madre fue una de las primeras habitantes del sector que hizo réplicas de piezas arqueológicas en barro.
Él empezó el oficio a los 22 años, lo combinó con faenas de agricultura. En sus inicios, los clientes visitaban su domicilio-taller, pero luego decidió ir a las playas a venderles a los turistas, para ello se cultiva en todos los datos curiosos de las culturas que habitaron Manabí.
Con su espontaneidad característica, comparte ciertas técnicas empleadas en su trabajo: “a las réplicas de piezas arqueológicas de la Cultura Manteña hay que pulirlas todas y hacerles un tallado; toda la Cultura Manteña tiene tallados en el cuerpo. De ahí se mete al horno por tres horas, y cuando están al rojo vivo, se sacan del horno y se meten por unos tres o cinco minutos en el estiércol seco de la vaca. Ahí se ponen negras”.
Su habilidad le permite realizar toda clase de objetos, réplicas de piezas arqueológicas, escenas cotidianas, entre otros, pero confiesa que le gustan los desafíos; “me gusta más cuando es más difícil”, puntualiza con gran seguridad.
Es un defensor del modelado del barro a mano, que trabaja diestramente para hacer la pieza lo más parecida posible a la original.
Considera que una pieza hecha a mano es arte y tiene más significado para la persona que la elabora, al contrario que la hecha en molde, donde no hay mayor esfuerzo, ni se emplea la técnica, ni se pone el empeño, ni se aplica la creatividad que sí existe en el modelado a mano.
Está inculcando a su hijo a continuar con la alfarería. Cree justo hacer todos los esfuerzos posibles para que ese arte no se pierda pues La Pila ha sido conocida desde hace mucho tiempo por la elaboración de réplicas de piezas arqueológicas.
Considera que hay que mostrar más el oficio para hacerlo más rentable, lograr que los turistas visiten sus talleres para que observen como se hace la pieza desde el barro crudo hasta el final, eso mostraría el valor agregado del esfuerzo del artesano.