“Yo quisiera que todos aprendieran este arte que es muy bonito; lleva alegría, lleva satisfacción. Yo le recomiendo a la gente que no dejen morir este arte, que sigan adelante como yo lo he hecho”.
Guillermo Eloy Quijije Gómez, nació en la parroquia La Pila, de donde fueron oriundos sus padres.
Recalca que sus padres siempre se sintieron muy orgullosos de ser pilenses, y que fue su papá, quien en labores de agricultura, encontró el molde que dio inicio a las actividades de alfarería en el sector, que empezó a identificarse dentro del territorio nacional por el oficio, e hizo que llegaran a comprarles las piezas.
Es uno de once hermanos (una fallecida), de quienes solo él y uno más, se dedican a la alfarería, oficio que le gustó desde su juventud, y es que, viendo trabajar a su padre, aprendió a hacer ollas y réplicas de piezas arqueológicas.
El Banco Central, cuando tenía la competencia de administración de los museos a nivel nacional, los apoyaba llevándolos a ferias a diferentes ciudades como Cuenca, Guayaquil o Quito, y a través de esa institución, tanto él, como sus compañeros artesanos, aprendieron sobre las diferentes culturas prehispánicas del Ecuador y sus características.
Mejoró sus destrezas y técnicas gracias a los cursos del Centro Nacional de Promoción de la Pequeña Industria y Artesanía (CENAPIA).
Actualmente, tiene una tienda en el Centro Cívico Ciudad Alfaro, donde comercializa las piezas que elabora.
Aunque su mujer y sus dos hijos no modelan el barro, le ayudan en el proceso de pulido, lijado y quema.